Por: María Sara Vivas
Araujo
Los grandes
muertos forman el patrimonio espiritual de los pueblos. Son el alma misma de la
nación. Pero no quiere decir ello que saberlos grandes sea suficiente para
vivir sin esfuerzos nuestra hora actual. El Caballo de Ledesma.
Mario Briceño
- Iragorry
Hemos disfrutado
septiembre, leyendo algunos textos, estos son, Mi Infancia y mi Pueblo.
(Evocación de Trujillo). 1952; Alegría de la Tierra. (Apología de
nuestra agricultura antigua). Caracas, 1952, Madrid, 1953; La Hora Undécima.
(Hacia una teoría de lo venezolano). Madrid, 1956; Mensaje sin Destino.
(Ensayo sobre nuestra crisis de pueblo). Caracas, 1952. Actividades
gratificantes, para evocar a Mario Briceño Iragorry en el 127 Aniversario de su
nacimiento, guiadas por una planificación bien pensada en el seno de la Cátedra
Libre Mario Briceño Iragorry del Ateneo de Valera; coordinada por la Dra.
Libertad León González.
Desplazarnos por la
vida y obra de don Mario es descubrir que en su transitoriedad por este plano
terrenal desbordó un virtuosismo desmesurado en sus vivencias y experiencias
como persona humana y profesional. Sus notables y notorias cualidades, son
evidentes y, en suma, moldeadas para la posteridad ya, en los roles asumidos
ya, en su prolífica obra escrita. Nuestro pensador se destacó en los diferentes
roles adjudicados, abogado, historiador, periodista, cronista, escritor,
diplomático y político venezolano. Importante mencionar, que concluyó la
carrera de Abogado en la Universidad de Los Andes, en 1920, y se recibió de
Doctor en Ciencias Políticas en la Universidad de Caracas, el año 1925. Maestro
de la Juventud Venezolana. (1978)
Fue un aventajado
profesional de la educación como profesor, ora en el liceo, ora en la universidad,
ora en el Colegio Santa Rosa de Lima, en Caracas; facilitando las asignaturas
de Lengua y Literatura, Historia de Venezuela, Literaturas Antiguas y de
Historia Colonial, en la Facultad de Filosofía y Letras, en la Universidad de
Caracas. Esto así, nos da cuenta de su loable labor como, Individuo Número de
la Academia Nacional de la Historia y de la Venezolana correspondiente de la
Española, Miembro de las Academias de Historia de Madrid, Colombia, Panamá, La
Habana y Santo Domingo; Miembro Honorario de la Sociedad Bolivariana de Costa
Rica y correspondiente a la de Colombia, Miembro Honorario de la Sociedad de
Geografía de Costa Rica y correspondiente de la de Guatemala, de la Sociedad
Geográfica de Lima; del Instituto Histórico de Uruguay, entre otros. (Ob.
Cit.)
Asimismo ocupó cargos
administrativos como Director de Educación Primaria y Secundaria, aquí vale
subrayar el rol inmaculado que, de acuerdo con Briceño Iragorry, debe ejercer
el maestro de escuela primaria y de secundaria; así pues, su vocación, su
capacitación, su educación, sus virtudes, a sabiendas de que, “Van a formar la
conciencia y a iluminar la mente de futuros hombres de imagen tan firme y
austera como la de los Padres que delinearon la República como casa donde
tendrían su habitáculo la ley y la justicia”. La Angustia de ser Maestro. (1952).
Por otra parte, fue
investido Secretario de la Universidad de Caracas, además, fue Miembro del
Grupo Venezolano de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, La Ciencia y La Cultura. [1947]). Valga decir que esa yunta de lo
fructífero y lo hermoso vale exaltarla y, en Don Mario su consistente
conciencia social, su corazón siempre dispuesto al servicio de la nación,
juntamente, con su acervo intelectual lo llevó a ocupar cargos políticos; esto
es, entre otras atribuciones de gran cuantía, Director de Política y Encargado
de la Secretaría General del Estado Mérida, Secretario de las Asambleas de los
estados Mérida y Trujillo fue encargado de la Presidencia del Estado Trujillo;
Gobernador de la ciudad de Valencia, Presidente del Estado Bolívar, Presidente
del Congreso Nacional. Todavía más, Mario Briceño Iragorry como profesional del
Derecho cumplió funciones como Juez Penal del Estado Trujillo, Director del
Archivo General de la Nación, y demás. Fuera de Venezuela, concretamente,
Encargado de Negocios ad hoc en Centroamérica; Ministro Plenipotenciario
en Panamá y Costa Rica; Delegado de Venezuela a la I Reunión de Cancilleres de
América; Embajador Especial en Panamá y Costa Rica; Embajador en Colombia.
Sus hallazgos
persuasivos, convincentes con estudio y método y, a la sazón, huellas de amor,
conocimiento, valor muestran la actitud ejemplarizante del Maestro, con su
perseverancia, la cual, ocupa un lugar cardinal, al igual que la ecuanimidad
sobresale con la lealtad, con la honestidad. Su Obra está envuelta en elegante
brocado entretejido con primorosos hilos de querencia e integridad. Y es, su
legado cultural una invitación a cavilar nuestro presente sobre la base del
proceso enseñanza y aprendizaje que apuntale hacia la anhelada transformación.
Con motivos de interés que posibiliten el conocer y actuar haciendo, en
consecuencia.
Aquí cabe resaltar al
eminente defensor de la democracia en nuestra Venezuela, aunque en medio de
duras críticas y avatares que alcanzaron perturbar su salud y poner en riesgo
su vida, pues, este hacer de don Mario acontece en medio de entradas y salidas
de escenarios que bajaban y subían el telón político, el cual, variaba entre
dictaduras, gobiernos elegidos a través del voto libre y secreto, golpes a esas
democracias, crímenes e imposiciones. Hechos
acertados unos, y desacertados, otros. Delimitados por heroísmos, debilidades y
traiciones. Nada fácil de solventar, pero sí, muy fácil de repetir, puesto que,
al irrespetar a las mayorías en sus derechos, el concepto de la política, como sus
procedimientos auténticos pasan a un rincón, dando pie a conductas deplorables
que impiden el germinar de una conciencia cívica. Como corolario, no se defiende
lo que no se ama y, para amar a Venezuela hay que conocerla con su Historia,
insiste Don Mario.
Con
la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, Briceño Iragorry soporta de nuevo el
exilio, (ya había estado exiliado cuando Isaías Medina Angarita en octubre de
1945 fue sacado de la Presidencia por la fuerza) y, lejos de su patria abunda
su producción literaria, enriqueciéndola con su cristalina concepción política,
en la cual, no hay cabida para las dictaduras. Para don Mario, “La democracia no es,
que estén arriba la gente impreparada. Democracia es que estén arriba por el
voto del pueblo los mejores”.
Mario Briceño Iragorry, nacido, un 15 de
septiembre de 1897. ¡Hijo ilustre de Trujillo! Con su prolija y entendida pluma
fascinó los valores, costumbres, tradiciones trujillanas y, mucho más en, Mi
Infancia y mi Pueblo (1952). En, Alegría de la Tierra (1952), se pasea
con tal identidad por nuestros campos venezolanos en una apología de nuestra
agricultura y el campesino. Y, con orgullo empapado de gran sensibilidad va enalteciendo
el talante propio de los lugares que particularizan la región, sus frutos
propios, uno por uno, desde el cultivo del café, el cacao de gran valor,
durante la colonia, “nuestros indígenas bebían chorote y ofrendaban sahumerios
a sus dioses con la manteca de cacao”; al rato, con la llegada del español, se
pone en boga en el viejo continente, “la bebida de dioses”. La papa consentida
por los campesinos de nuestros picachos parameros; ahora, el cambure valorado
ayer y, en este siglo XXI venezolano más que anteayer… ¡la piña! que con su
fragancia y sabor anima los tamboreros de San Benito en Sabana Larga, que es
paso o, uno de los caminos admirables para llegar a su Trujillo amado. Por
tanto y cuanto, es hora de que todos nosotros, sin excepción, “elevemos a
nuestro campesino” resignificando y revalorizando su noble misión.
Nos
dice Briceño Iragorry, “En mi ensayo “La Hora Undécima” y de la manera más
optimista, llamé al trabajo útil, en el orden de la cultura y del civismo, a la
gente de Venezuela. (…) Contrajiste un compromiso y lo cumpliste. Por ti
brillarán más claras las estrellas de la noche y será más tierno el aire que
refresque tu rostro, cuando sobre la tierra blanda te eches al sano y bien
ganado descanso”. Un tributo al trabajador que optimista y de sol a sol, asume
sus obligaciones con voluntad y entrega.
En, Mensaje sin
destino,
llega a
decirnos: “No somos pueblo en estricta categoría política, por cuanto carecemos
del común denominador histórico que nos dé densidad y continuidad de contenido
espiritual, del mismo modo que poseemos continuidad y unidad de contenido en el
orden de la horizontalidad geográfica”. Verbigracia, un veredicto, por la
negación de los nexos con nuestros antepasados y el obrar, acciones que ponen
en entredicho a la República. Por consiguiente, se requiere la robustez que
concretice sustentabilidad, legítimos cimientos que levanten la sociedad. Esto
es, que se enraícen, francamente, los valores de la venezolanidad.
Don
Mario Briceño Iragorry fue un gran venezolano, espiritual, humanista, brillante
en la multiplicidad de su pensamiento consagrado en su Obra universal y en el
ejercicio conferido, valiente y pleno de integridad. Un venezolano del pasado
reciente y vigente hoy. Amante de la historia local, regional, nacional. David
Ruiz, prepondera que don Mario Briceño Iragorry se dedicó a fundamentar la
época colonial. Los orígenes, nuestros arranques como sociedad, los valores que
dan rostro a nuestra nacionalidad.
Nos deja una herencia inteligible,
su luminiscente pensamiento y como venezolano nos persuade para que
escudriñemos la Historia de Venezuela. Él nos la trae a nuestro hoy para su
reviviscencia. Don Mario, del exilio regresa a su amada Venezuela en 1958 y
fallece en Caracas el 6 de junio de 1958. Sus restos reposan en el Panteón
Nacional, pero, su Corazón, su gran Corazón acuna en la Tierra de María
Santísima, su querido Trujillo.
Bibliografía consultada:
De
Briceño – Iragorry, Josefina (1978) Mario Briceño Iragorry. Maestro de la
juventud venezolana. In memoriam. Vigésimo Aniversario, 1958 –
1978. Editorial Arte/Caracas.
Briceño,
Mario (1952) Mi Infancia y mi
Pueblo. (Evocación de Trujillo).
Briceño,
Mario (1952) Alegría de la Tierra (Apología de
nuestra agricultura antigua)
Briceño,
Mario (1956) La hora undécima (Hacia una teoría
de lo venezolano). Madrid
Briceño, Mario (1952)
Mensaje sin destino (Ensayo sobre nuestra crisis de pueblo). Caracas
Briceño,
Mario……….. La angustia de ser maestro. El
Nacional. Caracas, 06-08-1952