Diseño y Diagramación: María Laura Linares Frailán

martes, 25 de febrero de 2014

Memorias del hijo pródigo. De Ángel Montillana



Memorias del  hijo pródigo
“No, yo con usted no trabajo más, usted es un perezoso, un “Sonámbulo”, un dormido.
-¿Y qué cosa es esa?, le pregunté.
Pues búsquelo en el deciderio, argumento el verdulero,  ¿y qué es un deciderio?, insistí,”. La literatura se construye con el arte de la palabra, existe en distintas dimensiones de la sociedad producto de su evolución cultural. Memorias del  hijo pródigo de; Ángel Montilla conocido en el ámbito artístico como Montillana. Tiene presente una memoria que recuerda desde muchas aristas entre el la agonía de caer y la pasión de levantarse como lo sostenía Gabriela Mistral.
El sonámbulo sabiendo de lo que, es una imagen de recelo de temor, pero a la vez de inspiración Ángel no quiere ser sonámbulo. Quiere ser en el futuro un hombre de movimiento activo. En una inquietante imaginación se pregunta; ¿qué va a ser de su vida? amigo de los creyones, del lápiz y de las paredes preferiblemente limpias, para exponer sus líneas imaginarias así su mamá de le gustara. En estos relatos la naturaleza, está en una constante armonía con el hombre siempre existe una evocación hacia ella.
            Las Memorias del hijo pródigo, es una narración donde persiste un anecdotario de la Valera reciente, y sus adyacencias que para la época era bastante lejanas como: Pampanito, Timotes, El Alto de Escuque, La Mata. Vivencias como las misas de aguinaldos de la plaza San Pedro, las conversaciones del Italiano carnicero y su vecino, el viacrucis del Alto. Son parte de la historia flamante de la Valera antes del boom. Además trata de una huella de vida de un muchacho pueblerino, en compañía de su madre que lo conduce por la vía de las buenas normas y costumbres, aunque existe en él una invariable soledad.
            En los tiempos recientes los escritos cortos son una tendencia producto de complejidad de la globalización; “El minicuento sugiere la historia que el receptor completa a su manera”. Esta es una afirmación de Luis Barrera Linares cuando hace mención a la antología del minicuento de Violeta Rojo y a la vez a Augusto Monterroso maestro de la literatura breve.  Memorias del hijo prodigo, es un texto efímero recuerda la Valera, de La Seguridad Nacional, de la lotería de los animalitos y siempre Ángel con la agonía por la pintura.
            Esa angustia es permanente, pero con visión que lo lleva al museo del Prado en  Madrid a ver directamente las pinturas del Greco, Velázquez, Goya, Picasso entre otros va una de más grandes galerías del mundo. El discurso contiene una fuente religiosa La Biblia, la  fe es la esperanza, la pintura es su mimesis de la naturaleza, de la sociedad, de la literatura ha mirado con dedicación al Quijote, su fuerte la imaginación. Hoy nos invita a recorrerlo no con pincel, sino con el arte de la palabra impresa.
Pedro Frailán
Valera, 22 de marzo de 2010

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