Memorias del hijo pródigo
“No, yo con usted no trabajo más, usted es un
perezoso, un “Sonámbulo”, un dormido.
-¿Y
qué cosa es esa?, le pregunté.
Pues
búsquelo en el deciderio, argumento el verdulero, ¿y qué es un deciderio?, insistí,”. La
literatura se construye con el arte de la palabra, existe en distintas
dimensiones de la sociedad producto de su evolución cultural. Memorias del hijo pródigo de; Ángel Montilla conocido
en el ámbito artístico como Montillana. Tiene presente una memoria que recuerda
desde muchas aristas entre el la agonía de caer y la pasión de levantarse como
lo sostenía Gabriela Mistral.
El sonámbulo sabiendo de lo que, es una imagen de
recelo de temor, pero a la vez de inspiración Ángel no quiere ser sonámbulo. Quiere
ser en el futuro un hombre de movimiento activo. En una inquietante imaginación
se pregunta; ¿qué va a ser de su vida? amigo de los creyones, del lápiz y de
las paredes preferiblemente limpias, para exponer sus líneas imaginarias así su
mamá de le gustara. En estos relatos la naturaleza, está en una constante
armonía con el hombre siempre existe una evocación hacia ella.
Las Memorias del hijo pródigo, es una narración donde persiste un
anecdotario de la Valera reciente, y sus adyacencias que para la época era
bastante lejanas como: Pampanito, Timotes, El Alto de Escuque, La Mata. Vivencias
como las misas de aguinaldos de la plaza San Pedro, las conversaciones del
Italiano carnicero y su vecino, el viacrucis del Alto. Son parte de la historia
flamante de la Valera antes del boom. Además trata de una huella de vida de un
muchacho pueblerino, en compañía de su madre que lo conduce por la vía de las
buenas normas y costumbres, aunque existe en él una invariable soledad.
En los tiempos recientes los
escritos cortos son una tendencia producto de complejidad de la globalización;
“El minicuento sugiere la historia que el
receptor completa a su manera”. Esta es una afirmación de Luis Barrera Linares
cuando hace mención a la antología del minicuento de Violeta Rojo y a la vez a
Augusto Monterroso maestro de la literatura breve. Memorias
del hijo prodigo, es un texto efímero recuerda la Valera, de La Seguridad
Nacional, de la lotería de los animalitos y siempre Ángel con la agonía por la
pintura.
Esa angustia es permanente, pero con
visión que lo lleva al museo del Prado en Madrid a ver directamente las pinturas del
Greco, Velázquez, Goya, Picasso entre otros va una de más grandes galerías del
mundo. El discurso contiene una fuente religiosa La Biblia, la fe es la esperanza, la pintura es su mimesis
de la naturaleza, de la sociedad, de la literatura ha mirado con dedicación al
Quijote, su fuerte la imaginación. Hoy nos invita a recorrerlo no con pincel,
sino con el arte de la palabra impresa.
Pedro
Frailán
Valera, 22 de marzo de 2010
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